Siempre que se habla de política con taxistas, hay un montón de chismes que “todo mundo sabe”. Que si el gobernador actual lleva varios millones robados, que si el contrato multimillonario se lo dieron a un pariente cercano y así. Son un montón de cosas que me indignan y que claramente hacen pensar: “Alguien debe saber la verdad, ¿por qué nadie investiga, por qué nadie denuncia?”.
La cuestión es que uno sólo se sabe el chisme, la sospecha, la versión del amigo del amigo y eso nunca es suficiente para señalar de frente nada. La otra cuestión es que no estoy seguro de que queramos saber “la verdad”, de que estemos dispuestos a buscarla. Porque todo se vuelve muy complejo y empieza uno a quedar atrapado en los colores grises, y en el montón de “verdades” que existen al mismo tiempo.
Me explico con un ejemplo más pequeño. Recientemente tuve la sospecha, con un alumno, sobre la integridad de su trabajo en clase. Para no darle vueltas al asunto, hubo una serie de cuestiones que me hicieron pensar que su trabajo final lo hizo alguien más. Pero eso es todo lo que tenía, sospechas, no pruebas.
Y aunque en la institución en la que laboro hay todo una nueva postura institucional para hacer frente a la deshonestidad académica, ante “solo la sospecha”, todo el mundo tiembla y, sinceramente, me incluyo.
Por un lado, lo primero que uno piensa es en: “es mi palabra contra su palabra”. Entonces cuestionas si tus sospechas tienen fundamento, si confiar en tu experiencia como profesor es suficiente, si puedes mantener una postura objetiva, si los otros actores (el alumno, su familia, mis jefes y la institución) también pueden mantener una postura objetiva contigo y con el problema. Dudas si debes ser el acusador.
Por otro, no tienes ganas de convertirte en un policía investigador. Porque piensas que tú te dedicas a dar clases, no a ser un abogado fiscal y, nuevamente, sólo tienes la sospecha. No tienes el poder, ni hay la figura institucional, ni el procedimiento que indique como aproximarse a esta situación. No tienes ganas de ser el acusador pionero.
También, la vida en México nos ha enseñado a “no confrontar”, a tener miedo a las consecuencias, al revanchismo, a que los problemas escalen y pierdan proporción. Tienes miedo de ser el acusador.
No tengo claro como solucionar esto, sólo sé que en parte, por estas dudas, esta falta de ganas y este miedo, estamos como estamos.