David Byrne asegura que tocar en público es un medio que ayuda a entablar conversación con la gente. Siempre, dice, hay alguien que quiere platicar con quien acaba de estar sobre el escenario.
En mi caso, ha probado no ser así.
Siempre he sentido que soy el que nadie pela de la banda, el cero a la izquierda.
En el primer ensayo después de algún concierto, cuando uno platica de todo lo que pasó antes y después, soy el que tiene la anécdota más aburrida. En cambio, mis compañeros o compañeras, siempre cuentan que alguien desconocido se les acercó y les dijeron que “qué padre”, que “por qué no tocamos en tal o cual lugar”, que si les dan el autógrafo, que “como empezó la banda”, que les presentaron a fulanita, que se tomaron miles de fotos (que tienen el descaro de enseñarme) y un largo y doloroso etcétera.
Yo por mi parte, seguramente sólo saludé a quien ya conocía, me quedé recogiendo el equipo (porque siempre soy el que se tarda más en eso), me tomé una chela y me fui a mi casa.
Eso sí, el día que me pelen les diré: “Demasiado tarde”. En lo que eso pasa, les dejo un playlist con rolas de empoderamiento personal.